miércoles, 15 de abril de 2015

El Matrimonio: El orden de Dios para el matrimonio (Las esposas)

El orden de Dios para el matrimonio: Las esposas.


Gran parte de los problemas matrimoniales se deben a que se viola el orden asignado por Dios para cada uno de los cónyuges creyentes. La influencia del mundo, un modelo paterno incorrecto, las deformidades de nuestro propio carácter, y una carencia de enseñanza bíblica sólida, han atentado una y otra vez contra la armonía familiar. Ante esto, sólo nos queda mirar al Señor y buscar la sana enseñanza de la Palabra de Dios.

Lo primero que debemos dejar claro es que Dios ha diseñado el matrimonio; por lo tanto, sólo él puede enseñarnos acerca de cómo debe funcionar. Dios le ha asignado un cierto papel a cada uno de los cónyuges. Ignorarlos, o intentar substituirlos, es buscar el fracaso matrimonial.
El marido tiene un papel y la mujer tiene otro, de acuerdo a la configuración física, psicológica y espiritual de cada uno. El perfil de uno y otro no depende de la ideología o teoría de moda, sino del diseño de Dios.

1. El orden de Dios para la esposa

El lugar de la esposa en el matrimonio es representativo de algo que la trasciende, y que está en Dios. Tanto el matrimonio como el papel de la esposa, encuentran su sentido sólo en el marco de la revelación divina.

La Biblia dice: «Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer» (1ª Corintios 11:3), lo cual pone a la mujer en un lugar de subordinación, que no es, sin embargo, un menoscabo a su condición de mujer, sino que es un reflejo de la posición que la Iglesia tiene respecto de Cristo.
Esta posición no significa que la mujer sea inferior al varón, sino que se diseñó para la protección de la mujer y para la armonía en el hogar. Dios no honra a quienes se aferran a sus supuestos «derechos», sino a aquellos que eligen libremente obedecerle.

2. La razón de ser de la esposa

A. La belleza de la sumisión
La esposa fue creada para que fuera la ayuda idónea para su marido. Como tal, expresa la belleza de la iglesia que está subordinada y sujeta a Cristo. Esta sumisión representa para ella una gran ganancia, porque así está protegida.

La mujer está física, emocional y espiritualmente en desventaja, y también muy expuesta, por lo cual necesita la seguridad y protección que le ofrece el marido.

a) A nivel físico. Esto se advierte por la mayor fragilidad de la mujer, que le impide realizar ciertas labores prácticas.

b) A nivel emocional (psicológico). La mujer no fue diseñada para enfrentar los rigores de la vida, para resolver las crisis familiares, y la toma de las grandes decisiones. De hecho, puede hacerlo si se ve obligada a ello (porque no es asunto de capacidad), pero no será sin consecuencias para su salud emocional.

c) A nivel espiritual. La mujer está expuesta al ataque espiritual. Larry Christenson, en su libro «La Familia Cristiana» afirma: «Una mujer que no está protegida por la autoridad de su marido está expuesta a la influencia angélica maligna». En cambio – agrega –, «cuando una mujer vive bajo la autoridad del esposo, puede moverse con gran libertad en las cosas espirituales».

B. Modelo
La mujer, como esposa subordinada y sumisa, es una representación de la iglesia en su sujeción a Cristo, pero también es modelo para quienes no conocen la iglesia, en un mundo donde no se conoce mucho acerca del trasfondo espiritual del matrimonio. Es decir, ella tiene como modelo a la iglesia, pero a la vez ella sirve de modelo para que otros vean lo que es la iglesia en su relación con Cristo.
Existe una estrecha relación entre la iglesia local y la esposa. Si la iglesia local se sujeta a Cristo, ello permitirá a las esposas tener un modelo que imitar; pero si no es así, las esposas piadosas están llamadas a mostrar en su matrimonio lo que la iglesia local debiera ser respecto a Cristo.
La sumisión de la mujer no ha de ser una práctica forzada e hipócrita, sino el fruto de una disposición del corazón que, en temor, busca agradar al Señor.

3. La ruptura del orden
La ruptura del orden de Dios al interior de la familia se produce muchas veces porque la mujer, sea por sí misma o por mutuo acuerdo con el varón, toma el lugar del marido como ‘cabeza’. Esto trae consigo una confusión de roles. Christenson dice: «Cuando el esposo rehúye su responsabilidad de cabeza de su hogar, o cuando la esposa lo usurpa, el hogar sufre las consecuencias».
En muchos casos, la ruptura del orden está influido por la «femini-zación» de la cultura, en que la mujer ha ido intercambiando sus roles de igual a igual con el hombre e, incluso, asumiendo el rol de él en la dirección del hogar.

4. Causas en la esposa de esta ruptura del orden de Dios

a) Ignorancia. Falta de instrucción en la Palabra. Ella quiere obedecer y agradar al Señor, pero no sabe cómo.

b) Modelos familiares (o sociales) incorrectos. Ella proviene de un hogar donde la mujer era dominante, o donde ella misma era el centro de la atención de la familia (hija única, hija criada con abuelos, hija consentida). Tal vez por causa de su inteligencia o su belleza, desarrolló especialmente sus caprichos.

c) Sobrevaloración. La esposa con una alta autoestima tenderá a menospreciar a su marido. Sobre todo, cuando ella es más inteligente, más hábil, más habladora, más fuerte de carácter, más exitosa en su trabajo, cuando procede de una familia mejor conceptuada socialmente, etc.

d) Rebeldía. Ella encuentra que él no es un hombre digno de admiración ni de respeto. Piensa que, o bien ella se equivocó al aceptarlo como marido, o Dios se equivocó al dárselo. Tal vez recuerda su juventud llena de esplendor, de ‘buenos partidos’ que ella rechazó. Tal vez ella considera haber hecho (y estar haciendo) un derroche con semejante marido.

5. Consecuencias inmediatas en el hogar

a) Rencillas. Las rencillas son consecuencia del orgullo herido. Una mujer rebelde se siente permanentemente tocada en su autoestima. Su reacción son las palabras y actitudes violentas. Por casi cualquier motivo, ella provoca una disputa. Él, en un comienzo, cede ante su esposa para evitar el choque, pero finalmente se cansa, y responde. El hogar se transforma en un campo de batalla en que las palabras hirientes, cual flechas, van y vienen buscando el blanco. «Gotera continua (son) las contiendas de la mujer» (Prov. 19:13b). «Gotera continua en tiempo de lluvia y la mujer rencillosa, son semejantes; pretender contenerla es como refrenar el viento, o sujetar el aceite con la mano derecha» (Prov. 27:15-16). «Mejor es vivir en un rincón del terrado que con mujer rencillosa en casa espaciosa» (Prov. 21:9 y 25:24). «Mejor es morar en tierra desierta que con la mujer rencillosa e iracunda» (Prov. 21:19). En este ambiente, los hijos son desdichados testigos de estas batallas de denuestos, y recibirán las consecuencias.

b) Desatención. El marido no es digno de la atención de la mujer. Si ella lo atiende, será con indiferencia. Constantemente buscará (y hallará) la forma de evadirlo, y de no cumplir su deber conyugal.

c) Manipulación para obtener el control. Utilizando las rencillas, los desprecios, los propios hijos, y otros muchos recursos, causará tal agobio en el marido, que él sólo querrá la paz. Y el precio de esa paz puede ser el gobierno de la casa. Resultado: se produce una inversión de los roles. El marido puede llegar a ser apenas uno más entre los hijos. Así se ha instaurado el matriarcado. Ella está contenta, el marido, resignado, pero ¿y el Señor?

6. Consecuencias mediatas

a) Deformación del carácter. La mujer perderá su delicadeza y femineidad. Ella adoptará inconscientemente una forma de hablar y de gesticular autoritaria, impropia de una mujer.

b) Ataques espirituales. La primera consecuencia de estar sin cobertura es ser engañada. Eva fue engañada cuando actuó al margen de su marido (2ª Timoteo 2:14). Le parecerá que está procediendo bien, aunque esté contraviniendo claramente la Palabra de Dios. No aceptará reconocer su error. Como consecuencia, recibirá permanentemente ataques espirituales que afectarán su estado de salud, sufrirá repentinas cefaleas, tendrá bruscos cambios de ánimo y depresiones.

c) Confusión de roles sexuales (en los hijos). Ante tal espectáculo, si los hijos llegan a ser adultos con patrones de conducta normales, será por milagro. ¿Qué modelo le ha brindado el padre al hijo? ¿Qué modelo le ha brindado la madre a la hija? Probablemente, ellos también tendrán dificultades en sus propios matrimonios. Hay estudios que arrojan resultados alarmantes: esta confusión de roles tiene incidencia en la homosexualidad.

d) Inutilidad en la obra de Dios. Una mujer que está fuera de la cobertura de su marido no podrá servir a Dios (aunque haga cosas para Dios). Por muchos esfuerzos que realice, no le servirán de nada. Dios no respalda nada que se salga de su modelo y del orden que él ha establecido.

7. Solución: restablecer el orden de Dios. ¿Cómo?

a) Arrepintiéndose de corazón. La mujer deberá arrepentirse delante de Dios por romper o intentar romper el orden establecido por él para el matrimonio. Luego, deberá decidirse a modificar su conducta de acuerdo a la luz recibida.

b) Aceptando que el orden de Dios fue diseñado para su propio bien y el del matrimonio. La esposa deberá ceder el control del hogar y ocupar el lugar de sumisión y dependencia que Dios le prescribió. Eso podrá incomodarle en un comienzo, pero en definitiva traerá descanso y paz a su corazón.

c) Creyendo, a la luz de la Palabra de Dios, que el hombre no fue creado para la mujer, sino la mujer para el hombre.

d) Aceptando que el marido que tiene no lo escogió ella, sino que se lo dio Dios. Ciertamente, Dios no se ha equivocado al darle el marido que tiene.


Fuente: http://www.aguasvivas.cl/revistas/29/familia.htm

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